No obstante el final adverso de las fuerzas nacionales, en dis-
tintas partes del país las acciones mexicanas desarrolladas en La
Angostura fueron vistas como heroicas e incluso, para algunos,
triunfantes. Muchos justificaban la retirada del ejército mexicano
del sitio de batalla, haciendo suyas las palabras que escribiera Santa
Anna, quien afirmaba que los soldados lucharon por más de 40
horas con hambre, sed y ante el fuego enemigo, y que no quedaba
ni una galleta ni un solo grano de arroz para dar a los heridos.
El 27 de julio de 1847 llegó la División del Norte, es decir, las
fuerzas mexicanas que habían luchado en La Angostura, a la Villa
de Guadalupe, procedentes de San Luis Potosí, con 4 mil hombres
y 22 piezas de artillería, dos de ellas arrebatadas al enemigo en La
Angostura. Estos hombres y esta artillería pelearon en Padierna,
sitio en que se desarrolló una de las batallas del Valle de México, y
donde el ejército mexicano perdió los combates.
La mayoría de los muertos de ambos ejércitos fueron enterrados
en fosas comunes en La Angostura. Uno de los lugares elegidos fue
una elevación que está inmediatamente al norte de la loma propia
de La Angostura, casi junto al camino. Algunos oficiales caídos de
mayor rango fueron sepultados cerca del Fortín de los Americanos,
a poca distancia del Ojo de Agua, para evitar que sus tumbas fueran
profanadas por ladrones que podrían robar sus uniformes. Otros
soldados fueron enterrados junto al Campo Santo, a unas pocas
cuadras tras la actual Catedral, en la esquina de las calles Abasolo
y Juárez. Se evitó que fueran inhumados dentro del Campo Santo
por no ser católicos. Los heridos que quedaron en el campo fue-
ron trasladados a la Parroquia de Santiago, hoy Catedral, que se
convirtió por poco tiempo en hospital de sangre.
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