sábado, 27 de agosto de 2011

El límite de la resistencia en la Batalla de la Angostura IV


En la hacienda de la Encarnación se concentraron las fuerzas
mexicanas, y al pasar revista se encontró que se contaba con 14
mil hombres de todas las armas (infantería, caballería, artillería).
La travesía por el desierto había cobrado un significativo número 
de bajas –entre muertos, cansados, enfermos y desertores– antes de 
enfrentar al enemigo: cerca de 2 mil. En Encarnación, la caballería 
del general José Vicente Miñón se separó del contingente para 
llegar a Saltillo por el camino de San Isidro de las Palomas (hoy 
Arteaga) y, ubicándose en Buenavista, quedaría supuestamente 
en la retaguardia norteamericana, cortando las comunicaciones 
con Saltillo. 

Los mexicanos suponían que la batalla tendría lugar en la ha- 
cienda de Agua Nueva, a unos 30 kilómetros al sur del Saltillo. Y 
Taylor, de hecho, había considerado inicialmente presentar batalla 
en ese lugar. 

Pero con la información proporcionada por el Mayor McCulloch,
espía estadounidense que observó la cantidad de soldados 
mexicanos que salían de Encarnación y que pensaba sumaban 
cerca de 2 mil efectivos, el general estadounidense calculó que sus 
tropas podían ser envueltas por los mexicanos en Agua Nueva, pues 
éstos casi triplicaban en número a sus efectivos. Decidió entonces 
replegarse más al norte, a un paso angosto del camino cerca de 
Buena Vista. El mismo 21 de febrero ordenó incendiar la hacienda
de Agua Nueva y matar a los animales para evitar cualquier 
abastecimiento del ejército que se aproximaba. Los voluntarios de 
Arkansas quedaron a cargo de ello y en su regreso dejaron carros 
tirados en el camino. 

A las 6 de la mañana del 22 de febrero, Santa Anna salió de 
Carneros y avanzó hasta Agua Nueva. Ahí observó los daños 
que el enemigo había hecho en la hacienda. Por la prisa con la que 
se habían ejecutado dichos trabajos, supuso que los americanos 
huían en desbandada. Engañado por las apariencias, pensó en que 
podría darles alcance en la supuesta escapatoria y se adelantó con 
cuatro batallones ligeros y un regimiento de entre 1 mil 500 y 2 
mil 500 dragones a paso veloz y galope, sin detenerse ni siquiera 
para beber agua. 

Un kilómetro antes del paso angosto del camino, en la zona 
llamada La Colorada –donde actualmente existen los restos de una 
antigua huerta– el general mexicano comprendió que su acelerada 
decisión había sido un error: los invasores estaban pertrechados a lo 
largo de las lomas y cortaban el camino con piezas de artillería. 

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