Del año de 1919 al año de 1921, el físico de Mónico había
perdido mucho de su habitual modo de ser y estaban tan desmejorados
su semblante y su aspecto, que varias ocasiones faltaba a
su trabajo, causando sorpresa este hecho, pues era muy celoso en
el cumplimiento de sus deberes.
Una mañana del mes de marzo de 1921, circuló por toda la
ciudad la noticia de que Mónico había sido encontrado muerto,
flotando en la superficie de la alberca de Altamira, y todo Saltillo
se hizo conjeturas sobre la realidad de los hechos, pues éstos eran
comentados por cada quien en la forma que mejor le acomodaba,
haciendo truculenta y fatídica la narración. A la sazón prestaba
yo mis servicios en un periódico de la localidad. Era redactor en “El
Coahuila” y me tocó en suerte ser el autor de las informaciones
oficiales de tan extraño sucedido.
Por unos bañistas, de esos que les gusta el baño de alberca muy
temprano, fue descubierto el cuerpo de Mónico, el que ante la fe de
la autoridad no presentaba huellas de haber sido asesinado, ni con
arma de fuego, ni con instrumento punzocortante; tampoco había
sido envenenado. Tenía unos pequeños rasguños en el pómulo
izquierdo y raspones en el antebrazo derecho. No había muerto
ahogado. Estaba su cadáver con su pantalón azul del trabajo y en
mangas de camisa; ésta era blanca y recién planchada, conservaba
sólo un zapato, pues el otro su hermana Luisa se había quedado con
él en la mano, al pretender detenerlo, cuando lo vio “volar”… ¿De
qué había muerto Mónico? Esto nunca se supo ni se ha sabido…
Por la calle de Santiago, hoy General Cepeda, hacia el sur, media
cuadra antes de llegar al “Ojo de agua” y unas cuantas casas cerca
de la “Quinta Altamira”, estaba el domicilio del infortunado agente
de hotel. Después de un pequeño zaguán seguía un patio regular
en el que había algunos árboles. Más al fondo y pasando una
puerta, se destacaba el corral con aspecto de huertecita, pues había
algunos árboles frutales, una chayotera y otras matas de ornato.
Las bardas que circundaban el corral, limitando la propiedad, no
eran altas, ni muy bajas, y pasando dos muros más al fondo y
hacia el norte, quedaba la huerta y baños de “Altamira”, en cuya
alberca fue encontrado su cadáver.
Y si nunca se pudo confirmar la causa de la muerte de Mónico,
justo es asentar lo que nos dijera un familiar cercano del
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desaparecido, para dar sabor a su misteriosa, conmovedora y
espeluznante muerte.
“¡Yo mismo estoy espantado! –dice el primo de Mónico.– Antes
de ayer, a las nueve de la noche, ya estando acostado, Mónico se
levantó y fue a decirme que no podía dormir porque las lechuzas
y las brujas estaban esperando que se durmiera para llevárselo.
–No es posible, Mónico –le dije.
–Vete a acostar; domina los nervios. Si no duermes, como ya
tienes varios días de no hacerlo, no van a ser las lechuzas ni las
brujas las que te lleven, sino la muerte misma. Se estremeció y
como que quiso llorar y entonces me dijo: ‘Oye, primo, cuídame’.
Aunque yo estaba cansado y desvelado, fui a llevarlo a su cama;
lo acosté y me senté en una silla, en la única puerta que tenía la
recámara donde estaba su cama. No se durmió; pero un buen rato
se quedó tranquilo. Después se sentó y desesperadamente soltó un
aterrador y destemplado grito:
–Las brujas, las lechuzas. ¡Me llevan!
No pegó los ojos en toda la noche. Ya en la mañana, como a
las nueve, después de tomar una taza de café solo, medio se quedó
dormido, despertando como a las once. Le pregunté qué había
tenido durante su dormitada y no me supo explicar. Sólo abría los
ojos extraviadamente y como que quería recordar algo. Se levantó
un rato, se sentó en una silla afuera, en la calle, donde todavía
pegaba el sol amarillento que ya se perdía en el poniente y en un
rato más se metió a la casa diciendo que aunque no tenía sueño,
quería dormir. Yo me fui a cenar a la cocinita y en eso estaba cuando
va llegando como un loco y nos dice: ‘¡Las brujas, las lechuzas...!
¡Me quieren llevar las brujas y las lechuzas...!’.
Estos constantes arrebatos de Mónico alarmaron notablemente
a sus familiares, quienes tomando las medidas en el caso, pusieron
en conocimiento de la autoridad los hechos y pidieron auxilio.
“Mientras tanto lo convencimos de que eran sus nervios y fue
a recogerse nuevamente a su cama”.
A las nueve de la noche se presentaron en la casa dos policías con el
objeto de conocer los acontecimientos, y Mónico, aún despierto, suplicó,
casi en estado de desvarío, a los policías y a su primo que lo cuidaran.
Los gendarmes y el primo de Mónico se apostaron en la única
puerta que daba a la salida de la recámara donde estaba la cama
de Mónico, y como a las once de la noche se dejaron escuchar
estrepitosamente los gritos de Mónico: ‘¡Las brujas y las lechuzas
me quieren llevar!’ Nuevamente logramos acostarlo, pero antes
nos dijo a la policía y a mí: ‘Si no me cuidan… ¡Me van a llevar
las brujas!’.
“Tanto los policías como yo regresamos a sentarnos en las sillas
que teníamos en la única puerta de la recámara…yo no recuerdo
haber dormido, pues Mónico hasta las dos o tres de la mañana
estuvo muy inquieto, y después un silencio sepulcral... yo creí que
estaba dormido y me dormí; los dos policías a mi lado hicieron lo
mismo, recargados en las sillas, siempre en la única puerta que daba
a la recámara de Mónico... a las seis de la mañana que despertamos,
Mónico no estaba en su cama. Ni los dos policías ni yo habíamos
sentido que pasara alguien por la única puerta que daba a su recámara
y no sé qué decirles más…
“Hasta que supe que su cadáver había sido encontrado flotando
en la alberca de ‘Altamira’ y que Luisa, mi prima y hermana de
Mónico, estaba en estado inconsciente, en el patio, con un zapato
de Mónico en la mano”.
Algunas investigaciones judiciales y policiacas se hicieron a raíz
de esta misteriosa muerte que conmovió por varios días a Saltillo.
Sólo se encontró mutismo en los vecinos, que jamás pudieron descifrar
la tétrica muerte de Mónico, y por más que las autoridades
se esforzaron para recabar informes sobre algunos enemigos que
tuviera Mónico, nunca se supo y quedó como hasta ahora, en
el misterio la muerte de aquel agente de hotel a quien la conseja
asegura se llevaron las brujas y las lechuzas.
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